Blancas 10 Septiembre 2000.Íñigo Arizaga

Escrito el: 10th septiembre 2000 por AlasDeLeyre en Cronicas, LIGA NORTE

 

Comentario 14ª manga, día 10-09-2000

El domingo subimos un poco tarde al despegue, porque desde el aeródromo de Santa Cilia habían regalado un vuelo acrobático al ganador de la manga del sábado. La verdad es que pasamos un poco de canguelo viendo la sucesión de loopings y pérdidas a la que se vio sometido el pobre Lee. Alguno incluso llegó a decir "menos mal que no he ganado la manga", pero la verdad es que disfrutamos todos un montón con el espectáculo.

 

El domingo el día pinta muy parecido al sábado. La brisa tira un poco de oeste y muchos pilotos nos pusimos en esa vertiente para despegar. Conforme pasaba el tiempo, el lado sureste empezó también a tirar y la mayoría de los pilotos nos cambiamos de posición.

 

En el despegue hay muy buen ambiente y bromeamos un rato con el duelo particular que tenemos Wilfred y yo. Wilfred dice que me va a machacar y yo le contesto que saque primero la vela de la bolsa para comprobarla, porque por la noche me he fabricado unos gallumbos "zero porosity" con sus cajones centrales, y que van de cine para cortar el viento.

 

Es domingo y la manga tiene que tener recogidas sencillas, porque si no el lunes estamos todos dormidos en el currelo. Con el consejo de Paco Villar, el experto de la zona, ponemos una manga que consiste en una baliza en el refugio de Lizara, otra baliza en el refugio Huici (en el collado en el que se junta la cuerda de Blancas con los barrancos del Aspe) y el gol en Larrés, un pueblecito al lado de Sabiñánigo. En total 38,5 Km.

 

Hoy he preparado la vela antes del "briefing" y cuando la manga se abre ya estamos unos cuantos pilotos preparados. Lee sale primero, y antes de que nos demos cuenta ya esta girando bien alto camino del Aspe, dispuesto a cruzar hacia el valle de Lizara. Le seguimos Wilfred, Suat y yo. Trincamos rapidísimo en una térmica tan infame que no merece tal nombre. Es tan turbulenta como el chorro de una bañera yakuzi, pero en gaseoso. No hay manera de girar una vuelta entera de una forma digna y todo el rato son meneos y plegadas. La verdad, es que casi me impresiona más ver los zarandeos que están sufriendo los otros pilotos que los míos propios. Pero como la subida es bien gorda ¡no hay tregua!. En un momento estoy 20 metros por debajo de mis compañeros, y en una fracción de segundo estoy bien por encima. Luego yo me hundo y veo cómo Wilfred sube como si tuviera un cohete en el trasero. Y eso que estamos los tres girando en escasos metros. ¡Que forma de cobrar! Es la térmica que se desprende justo en el despegue. Aunque yo no lo veo, luego me contarán que en el despegue ha habido unos cuantos "cuadros impresionistas", de los que te quitan la afición de volar.

 

Así estamos un buen rato hasta que hacemos techo y nos marchamos hacia el refugio de Lizara, cruzando el valle de Aisa.

 

Lee ya está al otro lado, y está girando en la cresta, un poco al sur, para tomar altura suficiente para hacer el refugio. Yo llego casi debajo de él, que está trincando bastante bien. Pero a mí me vuelve a atraer el mogote del sábado (El Bozo). Me atrae como la luz morada a las moscas, no lo puedo evitar. Hace falta estar albardado como yo. Al igual que el día anterior, pierdo toda mi altura buscando la térmica inexistente. Pero ¡es que tiene que estar! Me adentro en el valle pensando que la térmica debe de estar sobre una arista que corre perpendicular al valle. Por detrás viene toda la marabunta, pero mucho más altos que yo. Wilfred, Iñigo Redín, Merchi, Igone, Iñigo Gabiria, Suat, Quim, que hoy esta volando con el biplaza, y más gente.

 

Veo que Lee planea tan tranquilo por encima del refugio, se da media vuelta y se vuelve hacia Blancas. Sin hacer la baliza del refugio me echo con los cuernos por delante, no ya a la cresta del otro lado, sino apuntando directamente a la peña Espelungueta, que la remata por debajo, y por donde conseguí cruzar el sábado. Pero hoy no llego ni a la peña. Llego a la altura de los pinares y me enfrento a la fuga para pasar al otro lado sin demasiado ánimo. Hoy sí que la he cagado pero bien. Anda que no se van a cachondear Wilfred y Redín. Me dan ganas de aterrizar y darme con una piedra en la cabeza. Pero mira por donde, la brisa todavía no debe de estar del todo puesta y consigo pasar a barlovento, por debajo de la base de la peña. ¡Joder, con el barlovento! Pillo un +7 que no puedo girar porque estoy contra la pared. Con el rabillo del ojo veo como las rocas de la pared pasan a velocidad endiablada hacia abajo, que parecen los números de los pisos dentro de un ascensor antiguo: sótano, planta baja, 1º, 2º, 3º… Sigo con la vela un poco frenada y sin girar hasta que supero la cima de la peña. Suena la campana del ascensor: ¡piticlín! Azotea. Ahora sí que giro a saco sobre la peña. "Back on business": todavía no estoy muerto.

 

La térmica se desprende de la peña y sube fuerte, no tan cutre como la anterior de Blancas, pero las he conocido más tranquilas. Con más calma, veo lo que ha hecho la gente. La verdad es que todo el mundo se ha desperdigado, y hay parapentes por todas partes. Unos cuantos han bajado hacia la misma peña que yo, pero con más altura. Otros andan rascando las paredes del Aspe, y veo algún infortunado hundiéndose en mi mogote favorito. Unos cuantos aterrizarán en el refugio de Lizara (Merchi, Larri…) Hay suerte y la térmica sube mucho, derivando hacia el centro del valle, y me deja cerca del refugio. Tengo que planear un poco hacia el norte para hacer la baliza. Algunos la han hecho al cruzar el valle, como Igone, y pueden volver sin desviarse hacia el norte.

 

Yo ya aprovecho la trayectoria y me voy a la pared sur de las montañas, a ver cómo está la cosa. Qué te voy a decir, la cosa está flojita, tanto que acabo arrimándome a la pared soleada como una lagartija, y eso que al principio no llegaba con mucha confianza. Poquito a poco voy ganando la altura del Collado del Bozo, que me separa de la cabecera del valle de Aisa, y al otro lado ya se ve Blancas, en donde hay bastantes velas que todavía no han intentado la baliza. Lee anda peleando para cruzar este valle. Las brisas están muy revueltas y cuesta un poco de trabajo adivinar qué lado está en barlovento y cuál en sotavento. Aprovechando ascendencias suaves contra las paredes termino por ganar una cima secundaria en el Macizo de Bernera y por fin puedo girar una térmica decente. En el valle de Aisa hay otras dos velas, una Advance anaranjada y una Swing azul, que no conozco. Por detrás viene Igone pisándome los talones. Más atrás vienen Iñigo Redín, Iñigo Gabiria, Wilfred y también veo a Quim con el biplaza.

 

Según estoy mirando cómo está distribuida la gente veo que Iñigo Gabiria se mete en un buen fregado con su Argon. ¡Qué tío! ¡Pero si parece Raúl Rodríguez haciendo acrobacia! La vela se le baja a los pies, sube y se pliega la mitad, baja otra vez y se vuelve a plegar del otro lado. Gira para un lado, gira para el otro. ¡Glups! ¿Se parará algún día? Las rocas están peligrosamente cerca. Después de un rato que se hace interminable la vela se estabiliza. Una voz desconocida suena temblorosa por la radio: "¡muy bueno, Iñigo, así se hace!". Nadie contesta.

 

Mejor mirar para otro lado. Donde estoy, el relieve no me gusta mucho (y menos después de lo visto), así que aprovechando la altura, me lanzo a saco al Collado de la Magdalena, en donde está el refugio de Huici, la segunda baliza. Llego tan bajo, que tengo que levantar los pies para no pisar una boñiga. Los saltamontes huyen despavoridos ante el zumbido de mis cordinos. Por alguna razón que se me escapa, los collados de este tipo en Pirineos tienden a tirar (¿confluencia de brisas?) y éste no es una excepción. Empiezo con un +0,5, un +1, y al rato estoy girando un pepino junto con la Advance, la Swing e Igone, que ha llegado un poco más tarde.

 

Nos vamos a Blancas a trincar, para echarnos hacia el Collarada cruzando el Aragón. Resulta que en Blancas no hay demasiado techo, 2.600 o por ahí. La Swing y la Advance se tiran con esa altura. Yo la veo un poco escasa y me quedo un rato por allí hasta que consigo subir cien metrillos más. Para cuando me lanzo, los otros han cruzado casi el valle e Igone está bastante más alta que yo en una térmica anterior sobre el Pico de la Magdalena. Yo también me lanzo, por encima de una cresta que baja de Blancas al valle para intentar aprovechar al máximo las ascendencias (más bien que me afecten al mínimo las descendencias).

 

Llego con algo de altura a la cresta en la que estuvimos el sábado un ratillo para trincar (La Trapa). La Advance y la Swing no sacan mucha renta. Yo me quiero ir a la calva del día anterior pero hoy el viento en contra es más fuerte y necesitaría más altura que la que tengo. Deambulamos por allí un rato, sin pena ni gloria. En una de éstas, llega una ráfaga de no sé que viento, que nos zarandea de lo lindo y nos pone las pilas. Yo ando dando giros completos casi sin querer. Miro a los otros dos, para ver si soy yo sólo, pero no, también se les ve cobrar lo suyo. Hago de tripas corazón y giro cerradísimo una de las pompas más violentas que llegan. Me sube unos cincuenta metros, suficiente para la corta transición que quiero hacer. La Advance se queda en la cresta y la Swing se marcha hacia el sur, en busca de un poco de paz y amor, supongo.

 

Hoy encuentro la térmica más tumbada que ayer, pero está en el mismo sitio. Sube clara, y para lo que está siendo el día, se podría decir que muy tranquila. Llega Igone a la cresta anterior con más altura que yo. Yo sigo derivando mi térmica hasta que me lleva a la ladera del Collarada. Allí me entretengo girando pompas, pero no hay nada claro que me suba a una altura en la que navegar con tranquilidad.

 

Para ir a Sabiñánigo hay que desviarse hacia el sureste antes que en el itinerario del día anterior. Veo un collado (2.041 m.), del que sale una cresta que baja directamente hacia el gol. Pero está muy alta y las dos vertientes que dan a este lado parecen un poco sotaventadas o fugadas. Me da más confianza la que está atravesando el collado, pero es que no llego ni de coña. De todas formas me dirijo hacia allí. De camino encuentro un +1, que más que hacerme subir, me permite avanzar sin caer. ¡Qué coño! ¡Hemos venido aquí a jugar! Me la juego con el collado. Acelero un poquillo y enfilo, no directamente al collado, sino hacia uno de sus lados, por si los venturis. ¡Huy, huy, huy! Esta vez sí que llego bajo. Con mi rebufo espanto a un montón de moscas que se estaban deleitando en una mierda. En las botas llevo un par de caracoles y un limaco. ¡Uf! Pero ya estoy al otro lado.

 

Pero tampoco es mucho decir, porque el otro lado es una flojera total. Con la teoría del collado pirenaico que si no es un venturi puede tirar, me quedo rondando por allí. En realidad el panorama del larguísimo valle cubierto de frondosos árboles que se extiende hasta donde alcanza la vista me proporciona una fe ciega en la teoría del collado. Es el valle de Acumuer. Seguro: este collado tira por huevos. Lee está girando una buena ascendencia al final de la cresta en la que me quiero encaramar. Detrás del collado están Wilfred e Igone, arañando centímetros para pasar. Por detrás de ellos no se ve a nadie.

 

Hay un buitre girando un cero encima de una peña minúscula. ¡Aparta de ahí, bicho inmundo, que yo tengo preferencia! El buitre se va mirándome de costado con mala cara. Pues sí, es un cerito. Bueno, un cerito con cinco, un unito… Gano unos escasos metros y me voy hacia la cresta (Punta de la Espata, 2.195 m.) que está bastante a la sombra y calculo que sotaventada del lado soleado opuesto. Pero allí está la famosa térmica de sotavento, floja y rota, pero térmica al fin y al cabo. Gano unos pocos metros que me permiten pasar a la ladera soleada. Justo al otro lado hay entre 100 y 200 buitres que despegan a la vez al verme aparecer como un sputnik. ¡Qué bien! Me lo van a marcar todo, pienso.

 

En realidad, me marcan el caos. Ha pasado medio minuto y todos los buitres siguen volando en todas direcciones como un avispero revuelto y aleteando como condenados. No hay uno solo que esté girando con las alas extendidas, ni siquiera un cero. El viento corre paralelo a la ladera y hay una fuga bastante horrenda. Lee se ha lanzado ya en el planeo final a gol.

 

Tengo que salir de la fuga como sea. Acelero y atravieso como un chuzo el nubarrón de buitres, que se apartan como de mala leche. ¡No te fastidia el tío este que nos hace despegar en estas condiciones cutres y todavía viene a tocar las pelotas!

 

Por mi mente pasa la historia increíble que le sucedió a Iñigo García la manga del día anterior. Volaba tan cerca de un buitre que finalmente éste se quedó enredado en los cordinos del parapente y tanto ave como piloto pasaron un mal rato hasta que el primero consiguió desenredarse sin mayores consecuencias para ninguno de los dos. Por la mañana, al inflar la vela en el despegue todavía podían verse plumas pegadas a los cordinos.

 

Mirando hacia abajo veo a Paco Villar atravesar el collado tan bajo como yo, pero no se detiene a experimentar con la teoría del collado. Se lanza por el valle de Acumuer hacia abajo y lo veo hundirse con los cuernos por delante. Creo que le espera una buena caminata. Más tarde Alberto Posada se lanzará también bajo por ese valle y se quedará a algunos kilómetros del gol.

 

Voy volando justo por encima del cordal, pero en cualquier momento voy a perder la altura de la cresta y tengo que decidir a qué lado me dejo caer. Todos los buitres se han quedado en la ladera soleada. No parece la peor opción. Me dejo caer a ese lado y peleo como puedo contra el viento de fuga. Acelero en los tramos más sotaventados y paso más despacio en las aristas que se enfrentan un poco y llegan a tener ascendencias. Por fin llego al final del cordal y giro a la izquierda hacia el lado que debe enfrentarse al viento.

 

¡Qué maravilla! Enseguida me atrapa una termoladera muy laminar (Laderas de Forcallos) que me lleva hasta la cima del Pico de la Lera (2.122 m.) Allí el viento se desprende y se convierte en una térmica que sube con bastante poca deriva y rápido. Ya veo Biescas y el pueblo de Larrés, hacia donde se está aproximando Lee. Me tomo mi tiempo con la térmica, porque me relaja un montón después de tanto estrés. ¡Jopé, un poco de calma! Subo y subo. Estoy mirando cómo el vario supera la cota de los 3.000 metros cuando todo se pone gris a mi alrededor. ¡Coño! Me he metido en la nube y no me he dado ni cuenta.

 

Salgo pitando de la nube. Con esa altura llego de planeo seguro. Acelero un poquillo y enfilo para el gol, en donde estoy viendo a Lee bajando con esas barrenas invertidas que no sé ni cómo se llaman. Miro hacia atrás y veo que Wilfred ha conseguido pasar rodeando toda la montaña en lugar de cruzar el collado. Igone no aparece. Es una lástima porque estaba en la cabeza de la carrera.

 

Wilfred viene enchufado. Su vela corre mucho más que la mía, pero la ventaja que llevo tiene que ser suficiente para que no me pille, si no me dejo pillar. Pocas veces cojo el segundo pedal del acelerador de la Tigra, pero hoy es el día. Con las poleas casi tocándose, los cordinos silban que da gusto. Tengo que soltar el gatillo cada vez que entro en la turbulencia de alguna térmica, lo cual ocurre bastante a menudo. ¡Cómo tira toda la cresta! Pese a que en los último kilómetros me tiro por la descendencia de la cuerda para perder altura, llego muy alto sobre Larrés. En el valle el viento está bastante fuerte del oeste, pero no causa problemas.

 

Aterrizo cinco minutos después de Lee, y Wilfred otros cinco después de mí. Han sido dos horas escasas de vuelo, pero muy intensas. Igone no viene. Es una pena, porque hubiéramos entrado los cuatro en un puño. Casi una hora más tarde, cuando ya pensamos que no va a llegar nadie más, llegan Jesús Amadoz "Chucho", Suat Toren y Jordi Marquillas. A la hora y media aparece Iñigo Redín, que la caga en el planeo final y no llega a gol por 100 metros. ¡Anda que no le esperan chascarrillos que aguantar! También llegan Iñigo Gabiria y Enric Cusell. Todavía más tarde llega Iván Colás, ¡con un año de experiencia de vuelo y montando una Isis de Windtech!. Por último llega Iñigo García, dos horas y media más tarde que Lee.